Los cerca de 30.000
hinchas que acudieron al Monumental anoche tuvieron dos momentos diferentes en
su estado de ánimo. El primero fue de decepción por el empate a 0 ante el
Manta. Y el otro fue de alegría cuando Liga de Loja le empató a Emelec (2-2).
El gol de Armando Wila se festejó ruidosamente
por parte de los toreros en el estacionamiento del escenario amarillo y las
bocinas de los vehículos sonaron sin cesar cuando lo aficionados se alejaban
del estadio.
Y es que pese a que los toreros dejaron ir la
oportunidad de alejarse más de su escolta en la tabla y sentenciar virtualmente
el título a su favor, los millonarios al no vencer a los lojanos hicieron menos
grave el resultado de los hombres de Gustavo Costas, quien incluso retrasó su
presencia en la rueda de prensa para ver, junto a sus dirigidos en el camerino,
los minutos finales del duelo Loja.
Se mantienen los 5 puntos de diferencia entre
ambos planteles y también la incertidumbre respecto a la definición de la
segunda fase del torneo.
Ante el Manta, desde el inicio Barcelona mostró
ansiedad, factor que lo llevó a cometer infinidad de errores frente al arquero
Rolando Ramírez, quien también con acertadas intervenciones se convirtió en la
figura del compromiso.
La marca que ejerció el equipo de Armando Osma
fue escalonada y personal. No dejaron maniobrar libremente a Damián Díaz y hubo
cuidado especial sobre Narciso Mina.
Con la marca a Barcelona le costó llegar al área
manabita y se dedicó a ensayar remates de larga distancia. Un tiro libre de
Díaz fue una de las acciones de mayor peligro en la primera fracción. Su tiro
potente y a media altura fue detenido por Ramírez. A los 44m, Mina tuvo la
mejor ocasión de anotar, pero falló en el remate final cuando estaba solo
frente a Ramírez.
A los 55m, Romaña fue echado por doble cartulina
amarilla. Esa inferioridad numérica del Manta no la aprovechó Barcelona, que
con Holger Matamoros, Juan Carlos Ferreyra y Jorge Ladines, como refresco de la
ofensiva, no pudieron encontrar la ruta del gol. Los ataques amarillos se
volvieron reiterativos y en ocasiones hasta previsibles, lo que facilitó la
labor de contención de los atuneros, que jugaron uno de sus mejores partidos
del año.
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